Misionera

Oda a ser un lumpen

por Myriam Ruiz Díaz Vionnet

La música es, afortunadamente, uno de los gestos más inútiles. El single Creep de Radiohead fue lanzado en septiembre del 92, seis meses después del atentado a la embajada de Israel en Buenos Aires. En el contexto de ‘un peso un dólar’, del champagne derramado sobre mesadas de mármol y la esperanza fresca de que aún podíamos salvar a la ballenas, es fácil pensar en por qué un inglés de 24 años con el ojo desviado compuso uno de los himnos fundamentales de la adolescencia depresiva. 
Bien es sabido que en términos geográficos la depresión es una zona del relieve terrestre situada a una altura inferior que las regiones circundantes: entonces cuando Thom Yorke afirma que es un freak puede hacerlo porque está situado en un lugar al cual no pertenece. Esto quiere decir que, en términos espaciales, cualquier ruptura en el sentido se da por contraposición (hacia arriba, hacia abajo o quizás hacia la izquierda) a un otro territorio en el cual los mensajes se reproducen infinita y linealmente. Esta llanura pampeana del sentido es la tierra nitrogenada ideal para el cultivo de la soja transgénica de la cultura actual. 
¿Existe la derecha curatorial? Y si esto es así, ¿Hay que hacer algo al respecto? ¿Es la curaduría funcional al manotazo de ahogado del neoliberalismo en ascenso en Latinoamérica?¿Es la actividad creadora diferente a la de tomar la textualidad de una época y registrarla en una obra? Pero principalmente ¿A alguien realmente le importa?
La danza es, por definición, uno de los gestos más inútiles. Hasta el gobierno de Luis XIII en Francia el ballet funcionó como un medio de propaganda privilegiado para reestablecer un poder monárquico debilitado y desgarrado por la guerra y las tensiones políticas. Si bien en el Mercado Central el kilo de limón puede conseguirse a $48, en distintas verdulerías de la Capital Federal y el interior se puede llegar a cobrar 90 pesos. Pero si nos detuviésemos a pensar en el pequeño circuito que recorre el capital dentro del mundo del arte deberíamos desviar la atención fuera de los limones y preguntarnos qué tan alejados estamos de una economía cultural que no hace más que reproducir una ceremonia de adulación de la persona del rey. 
La crítica es, definitivamente, uno de los gestos más inútiles. Debo confesar que todos los años voy al Rijksmuseum por amor: por amor a La Lechera de Vermeer. Lo peculiar de esa obra, lo extraordinario, es que la imagen de la caída de la leche y el roce con esa vasija de barro provocan en mí algo inaudito. Entonces pienso: en cómo han sido creadas las ilusiones espaciales y de volumen, en por qué a Diderot le brillaba tanto la piel, en la cantidad de frutas malgastadas en naturalezas muertas... y en que es emocionante ver todo lo que estamos logrando juntos.