Misionera
Jim Carrey: Un camino del héroe
por Andrés S Alvez
Un hombre cualquiera que se cree rey está loco,
pero no lo está menos un rey que se cree rey.
Jacques Lacan
En este texto vamos a adentrarnos en la carrera actoral de Jim Carrey, imaginarla como un viaje existencial y recorrer 21 años de películas. Haremos esto para darle un sentido al lugar que ocupa Jim Carrey dentro de la creación de imágenes de Hollywood, la política partidaria norteamericana y la mitología de nuestra contemporaneidad sin escatimar en espoilers.
Comencemos por Ace Ventura, la película de 1994 que catapultó a la fama a Jim Carrey. Allí Carrey encarna un personaje de detective de mascotas absurdamente ridículo, soberbio y machista. En Ace Ventura se representan identidades reprimidas por valores arcaicos de la cultura patriarcal: Ace se lava la boca con jabón por besar a una mujer trans y se burla de la diversidad neuronal al ridiculizarse al extremo para poder entrar a un psiquiátrico. Un escuadrón de policía vomita al descubrir que la jefa de policía debajo del vestido tiene pene. Todo esto sumado a las escenas de exaltación de lo privado e individual por sobre lo público y colectivo típicas de la propaganda neoliberal: el detective privado logra avanzar en el caso por su cuenta mucho más que todo el escuadrón de policía junto. En esta comedia Carrey parece pagar un derecho de piso, un sacrificio en el que encarna lo peor de nuestra cultura para poder entrar a Hollywood o al Bosque Sagrado.
El Camino del Héroe, acrílico sobre lienzo (2020) Andrés Gorzycki
Una vez dentro del Bosque Sagrado, en la película La Máscara de 1994, Jim se encuentra al dios nórdico Loki quien crea una máscara de madera que sólo funciona a la noche e induce a la persona a percibir la parte siniestra, oculta e innombrable de su personalidad. Esta es la primera vez que el actor se encuentra con el arquetipo del trickster: el embustero y engañador. Jim se pone la máscara, el disfraz lo ayuda a encontrarse con su sombra y sus deseos más escondidos salen a la luz y se hacen realidad. En este encuentro se desbordan los límites de su personalidad: roba un banco, se vuelve una estrella en los diarios, pasa por la cárcel y seduce a Cameron Diaz. Todo esto en compañía de su ayudante no humano, su perro Milo.
En La Máscara se vislumbra algo que va a ser recurrente en casi todos sus papeles. Sus personajes viven situaciones que desafían las definiciones constituyentes de su identidad hasta llegar a un punto donde se quiebra la estabilidad de las creencias preestablecidas. Es en ese quiebre donde se logra liberar la energía trabada anteriormente y se potencia de esta forma el desarrollo de los personajes.
Si seguimos revisando el historial de las películas de Jim Carrey, en el año 1998 protagoniza El Show de Truman donde encarna a la estrella de un programa de televisión cuya producción lo había adoptado al nacer. En la película, su vida es filmada desde el nacimiento y su intimidad transmitida vía streaming.
El Bosque Sagrado es en este caso un gran domo vigilado por cámaras las 24 horas, un lugar donde la vida convive con la ficción y la publicidad constantemente. Este es el primer papel en el que Carrey apunta directamente al régimen político-económico venidero con la expansión de internet y las redes sociales.
Truman es en el film el primer ser humano en ser adoptado por una corporación y esto ancla aún más a esta ficción dentro del género distópico-cyberpunk. Todo vínculo experimentado por Truman está mediado por las pautas del director del programa. Éste, en un giro retorcido de la trama, se presenta como el padre de Truman, en el lugar omnipresente de un Dios artificial que todo lo sabe y todo lo ve. Sylvia, una extra del programa, es la única persona con quien Truman logra entablar un vínculo auténtico. Truman y Sylvia se encuentran por primera vez en la adolescencia y su magnetismo es tan fuerte que interfiere con la lógica del programa. Es por esta razón que echan a Sylvia del show, sin embargo, el acercamiento queda marcado en la psiquis de nuestro personaje como una cicatriz. Ese encuentro es el hilo que lo ayuda a salir del laberinto de cámaras para enfrentarse en el camino al Dios artificial, elegir la libertad, perder toda certeza de un mundo conocido y salir triunfalmente por la puerta negra en una épica escena final.
Después de esta película se encuentra con un referente clave en sus incursiones de los límites entre ficción y realidad. En Man on the Moon de 1999, Jim Carrey se calza la piel de Andy Kaufman, trickster indiscutible del siglo XX, reconociéndose históricamente en otro comediante y continuando el legado construido por Kaufman. No es casualidad que Jim Carrey y Andy Kaufman hayan nacido el mismo 17 de enero de distintos años, ambos bajo el signo de Capricornio.
En ambos actores la risa sirve como forma de conocimiento. Reírse de la antigua construcción del yo permite que ésta se destruya para dejar lugar a un nuevo espacio. Al lograr disolver la identidad conocida se abre espacio para rearmarla en un sistema más equilibrado y complejo.
En el primer año del nuevo milenio Jim Carrey filma Irene, Yo y mi Otro Yo donde personifica a Charlie, un policía de un pueblo pequeño. La esposa de Charlie lo engaña y tiene tres hijos de otro hombre, con quien huye en los primeros minutos del film dejando a Charlie a cargo de los niños. Charlie reprime toda la ira causada por esta situación durante años, convirtiéndose en un ciudadano ejemplar al que todos toman por boludo porque siempre se deja pisotear en nombre de la bondad. Al ser tan extrema la falta de aceptación de su ira, nutre la aparición de Hank: su “otro yo”. Hank viene a ocupar el lugar vacío que Charlie reprime por no poder acercarse a la oscuridad y la tristeza que lo rodea. La película termina con la aceptación del Mal, inherente a tods ls humans, y la incorporación de este mismo Mal en la psiquis del personaje.
En 2003, unos años después de Irene, Yo y mi Otro Yo, Carrey protagoniza Todopoderoso, donde se encuentra nuevamente con una encarnación escurridiza del trickster que en este caso viste el disfraz de Dios (Morgan Freeman). Como en muchos mitos, cuentos o leyendas del folclore europeo -donde un campesino o cualquier otro incauto se encuentra con una encarnación del arquetipo del trickster, que puede ser un hada, un diablo, un mago u otro- se desencadena una lógica contractual, un pacto implícito por el cual el incauto le pide algo al trickster a cambio de una ofrenda. Muchas veces este tesoro que el campesino cree llevarse como don resulta ser el fruto de un engaño. En este caso Dios le entrega todos sus poderes a nuestro actor pero sabe que, en la lógica de esta película, es imposible que un humano tome el rol de Dios sin que todo termine caóticamente. Es así como este encuentro tiene su desenlace en la escena donde, después de sufrir por estos poderes que lo superan, Bruce -nuestro protagonista- termina arrodillado en la lluvia pidiendo que Dios vuelva a dirigir su vida. De esta manera, demuestra que el don que había recibido era en realidad un engaño ya que ser Dios es demasiado para un simple humano. Es así que Jim Carrey acepta su impotencia, su pequeñez, su humanidad y de esta manera termina este nuevo encuentro con el trickster.
El propósito del trickster es destruir la idea del “yo” o de la personalidad. Es el personaje que siempre se encarga de humillar al orgullo, de reírse de la muerte y el destino funesto de la vida. Su filosofía es reconocer que la vida y el vivir son absurdos y que no hay un sentido más profundo detrás de ello. Es el personaje que nos enfrenta al horror de la falta de sentido y nos invita a subvertir nuestras ideas sobre el bien y el mal.
Casi todos los personajes que encarna Jim Carrey buscan profanar lo sagrado del lugar que ocupa la identidad en nuestra contemporaneidad. Sus personajes se enfrentan a procesos que destruyen las certezas y lo estático de sus identidades para adentrarse en el terreno incierto de lo desconocido. Es en esta transformación donde se revelan posibilidades secretas y profundas disponibles dentro de estos personajes que por equis razón no se podían concretar anteriormente.
La carrera actoral de Jim Carrey es en sí un manifiesto contra la categorización y las políticas identitarias y su objetivo es liberarnos del peso autoimpuesto de las restricciones que elegimos para nuestra personalidad.
En el 2007, el camino del actor por el Bosque Sagrado lo lleva a protagonizar a Walter Sparrow en una de sus peores películas: El Número 23. Acá encarna una subjetividad muy propia de la posmodernidad: aquel que se obsesiona con algún dato específico y busca alguna teoría que justifique la conspiración que intuye detrás de las coincidencias encontradas. En este caso el personaje se obsesiona con un libro que menciona la importancia del número 23 en la vida de varios personajes y causa engaños, asesinatos y suicidios. Luego el libro, la ficción, empieza a señalar situaciones y hechos que se vinculan directamente con la realidad de la trama y es por ello que para el personaje se vuelven indistinguibles los límites de la fantasía y la realidad. Una vez más, después de adentrarse brutalmente en la trama, el personaje descubre que parte de su personalidad había estado enterrada, reprimida, olvidada por la oscuridad que había sufrido. Al final de la película logra aceptar este Mal y lo incorpora nuevamente a su psiquis, destruyendo toda concepción que tenía de sí mismo al comenzar la película.
Un año después del fiasco de El Número 23 filma ¡Sí, señor! una película muy divertida, donde nuevamente el personaje oscila entre límites hasta llegar a un estado nuevo que sintetiza sus extremos anteriores en un modelo superador. En este caso aborda el mundo pop de la autoayuda. Su personaje empieza la película deprimido y negado a todas las propuestas que el mundo le ofrece por una experiencia romántica fallida. Su respuesta a todo es no y al llegar a un punto extremo de esta negatividad se encuentra con un viejo amigo que le ofrece un seminario donde hay que decir Sí a todo. Jim acepta y es ahí donde comienza el camino hacia el desarme total de su viejo yo para rearmarse en una nueva persona más abierta y receptiva al mundo.
Finalmente, después de todo este recorrido en 2017 realiza su primer retrospectiva en el documental Jim & Andy. Para ello, los directores se nutren de fragmentos filmados durante el rodaje de la película Man on the Moon, en la que Jim personifica a Andy Kaufman. Esta película muestra cómo el personaje tomó por completo la vida de Jim durante el tiempo de filmación así como la forma en que se mezclaban profundamente ficción y realidad.
En este film se pueden ver en detalle varios de los personajes a los que había dado vida Andy Kaufman durante su carrera actoral, en la que incursionó profundamente en la figura del villano. Él se burlaba tanto de sí mismo como de la audiencia sin importarle que se entienda el chiste sino más bien que se generen lecturas ambiguas sobre lo que hacía con el fin de que el espectador se libere de sus expectativas adquiridas respecto a lo que debe ser el humor.
Después de terminar de filmar Jim & Andy, Jim Carrey cuenta en varias entrevistas que en este momento de su vida ya pudo superar el personaje autocreado de Jim Carrey y que éste no existe más. En estas entrevistas nos dice que ahora que ya está libre de cumplir con el papel de su propia persona puede dedicarse a interpretar el papel que más le atraiga en el momento. En el actual contexto histórico, aquellas declaraciones se convierten en una pancarta contundente en contra de la identificación con un nombre, una historia y una marca personal, todos pilares fundamentales de la subjetividad contemporánea.
Es desde la voz de nuestro actor que el trickster está haciendo su trabajo para liberar a la humanidad de eso que ahora no nos sirve más. Y generando el espacio para construir una nueva anormalidad.
Películas analizadas
Ace Ventura, un detective diferente. Dir. Tom Shadyac. 1994.
La Máscara. Dir. Chuck Russell 1994
El show de Truman (Una vida en directo). Dir. Peter Weir. 1998
Man on the moon. Dir. Milos Forman. 1999
Irene, yo y mi otro yo. Dir. Bobby Farrelly, Peter Farrelly. 2000
Todopoderoso. Dir. Tom Shadyac. 2003
Número 23. Dir. Joel Schumacher. 2007
¡Sí, señor! Dir. Peyton Reed. 2008
Jim y Andy. Dir. Chris Smith. 2015