Misionera

Generación Klapaucius

por Franco Marcucci

To: Tigresadeloriente95@gmail.com
From: Franomachado@gmail.com
Subject: Eyyy!

Hola beib!
Estuve con el libro de Beatriz Preciado que me prestaste y no puedo parar! Cuando cuenta sobre la transformación no puedo no flashear con esa flaquita morocha que vimos en tu casa teniendo que volver a nacer a lo Benjamin Button. Elegir un nuevo nombre, comprar otro tipo de ropa, cambiarse los nombres en todas sus redes sociales, cambiar el mail, aclarar que Beatriz ahora se llama Paul. Pero sobre todo hay una imagen que me da curiosidad: pasar de nuevo por el Edipo... e ir al colegio primario para que la introduzcan en la secta del fénix borgeana. Hay una relación esencial entre estas dos cosas, porque Edipo se completa cuando entrás a esa iniciación en la paja que tan bien metaforiza Borges en ese cuento. También me hace acordar cuando Jesús les dice a sus discípulos que tienen que volver a nacer y Nicodemo le responde mientras suena Turn down for what: “¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y volver a nacer?” (Juan capítulo 3). Hilvanamientos de pensamientos random, pero ya me conocés.
Lo que más me copa es lo de la sociedad que pasa de un modelo fordista a un modelo fármaco-pornográfico. El modelo de lo manual y repetitivo, de la maquinaria que requiere gasolina y de la prótesis, se cambia por un modelo de pastillas que se toman para provocar los efectos que antes eran maquínicos, un régimen de pornografía que nos excita sin poner en juego la voluntad. Ahora entiendo porque Marco tenía viagra en el cajoncito.
A partir de esta teoría también se me ocurre que hay que repensar la secta del fénix borgeana, primero dando por sentado que la secta del fénix no es únicamente una alegoría de la iniciación masturbatoria pre-puber, sino que en realidad es la entrada en Dionisio! El ritual de iniciación es el momento en que toda la realidad se rinde a nuestra imaginación, pero no es como cualquier otra fantasía porque es la fantasía que más depende del otro. Lo que Borges está contando en realidad es la entrada en el mundo de la desmesura, de la naturaleza que se excede, en donde todo es posible en algún punto. Si esta tesis es cierta, y ya ni sé cómo derive acá, nosotros tenemos otra secta! Porque mucho antes de la secta del fénix, pertenecimos a la secta klapaucius! Osea, en el modelo fármaco-porno, dionísio no puede ser más la imaginación y lo mecánico, o al menos se complementa con esta primera entrada a través de los sims, en donde con un par de truquis le clavabas un puñal a Apolo. Pensá que había gente que jugaba sin trucos y que en su vida simulada laburaba en serio para ahorrar. AHORRAR. Nosotros somos la primera generación que puso Klapaucius, Rosebud o Motherlode antes de someternos a sesiones interminables de imaginarnos a todos los del curso desnudos, y ahí está el salto fundamental.
Si me pongo cínico te digo que imaginarnos cosas para excitarnos y poner klapaucius para no tener que ahorrar es lo mismo, pero hay un salto que no logro ver. Es como que imaginate que estoy haciendo todo esto para decirte que vengas a discutirlo a casa con un vinuli. Pero en realidad es una forma complejísima de poner moveobjects ON. Creo que hay que borrar esa definición petísima de millenial, que no dice nada, y cambiarla por generación klapaucius, que es bastante más descriptiva de nuestras miserias.

Fran

Pd: Y si en realidad la redención de nuestra generación es aburrirnos de jugar con Klapaucius y entender que el verdadero juego es jugar sin trucos? Cualquier referencia al amor romántico es pura coincidencia.
Pd2: Manda un wp cuando venis






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Cisma
 

Las interpretaciones vulgares refieren a que la contraseña usada por la secta carece de referencias. La arbitrariedad del signo refleja los ideales más profundos de la secta misma que proclama la nulidad de cualquier programa político-epistemológico. Esta aseveración fue recientemente puesta en discusión por dos tradiciones: la apostólica, que asegura que la contraseña refiere a un demiurgo que es el director y encarnadura de la secta; y la tradición ortodoxa, que además de acusar de animismo a la interpretación apostólica, reclama que la contraseña es la reconstrucción de un diálogo en el cual uno, al proferir el hechizo-contraseña, vuelve a formar parte de esa conversación perdida en el tiempo.
La primera y original mención de la que se deriva la palabra sesámica, concuerdan los nuevos inquisidores de ambas tradiciones, nos viene de un texto de la Polonia comunista del 1965. Klapaucius (o Clapaucio en la traducción española que hizo en 1980 Maurizio Jadwiga) es un personaje de una novela de Stanislaw Lem, un ingeniero capaz de construir cualquier cosa. El libro, Ciberiada, no es más que un relato fantástico de dos ingenieros que deambulan por las galaxias posibles resolviendo problemas naturales y sociales. Es por esto que Adorno y Horkheimer los hubieran acusado de ser el moderno Odiseo, ya que en este viaje se puede observar la fundación de una nueva concepción de la relación entre el hombre y su ambiente.
Una vez superada la idea de que la contraseña es arbitraria, empieza la discusión por el sentido. Estrictamente, la contraseña se expresa en el siguiente formato: “Klapaucius;!” y se utiliza en el simulador de vida popularizado bajo el nombre “SIMS”; ésta se usa para aumentar las posibilidades de los avatares virtuales y relajar la estrategia. Para la interpretación apostólica, esta palabra simplemente remite al personaje inventado por Lem. El apostolado defiende que la contraseña nos recuerda nuestra función de demiurgos que nos fue asignada en el génesis; por lo tanto, el uso de la contraseña para la simulación se vuelve un imperativo ético.
La crítica Ortodoxa, si bien podría concentrarse en la acusación de idolatría que esta postura representa, se basa en una crítica gramatológica. En la mutación griega del idioma indo-europeo el signo de puntuación diverge del conocido en el mundo latino. Lo que se entiende como “?”. que deriva de la palabra questio, en el mundo griego se escribe “;”. Esa variación que los apostólicos ignoran les permite argumentar con mucha destreza que la palabra secreta no es una simple adhesión de símbolos inconexos sino más bien que es la invocación a un diálogo. Este diálogo, aseveran, es sin duda el que mantienen Trurl y Klapaucius en el séptimo relato de la Ciberiada, en donde un rey depuesto le pide a Trurl que le devuelva su trono. Éste, en un arranque de compasión, crea un reino en miniatura que cabe en una cajita y se lo da para que lo gobierne. Trurl, contento por la resolución del conflicto, se lo comenta a Klapaucius, el cual le responde:
—A ver si te he comprendido bien —dijo Clapaucio—. ¿Tú has entregado toda una sociedad al eterno poder de ese individuo cruel, ese tipo con alma de negrero, ese torturófilo? ¡Y encima me describes el júbilo provocado por la anulación de algunos de sus despiadados decretos! ¿Cómo te atreviste a hacerlo?
—Supongo que estarás bromeando —exclamó Trurl—. Al fin y al cabo, todo aquel país cabe en una caja de un metro por sesenta y cinco por setenta centímetros, y no es otra cosa que un modelo…
—¿De qué?
—¿Cómo, de qué? De un estado, a escala de cien millones a uno.
—¿Y quién te dice que no existen sociedades cien millones de veces más grandes que la nuestra? Es que, en tal caso, ¿no podría la nuestra pasar por un modelo de esos gigantes? Por lo demás, ¿qué importancia tienen las medidas? ¿Acaso en esa caja, mejor dicho, estado, un viaje de la capital a las antípodas no dura meses para sus habitantes? ¿No sufren ellos, no trabajan, no mueren?

“Klapaucius;!” no es mas ni menos que la proetsta Trurleana:
¡Pero, Clapaucio! ¿Será posible que identifiques nuestra existencia con la de aquel seudoestado encerrado en una caja de cristal?”
En esta reconstrucción, un simple cambio en la interpretación de un símbolo, conlleva a entender al que profiere la contraseña como un Dios, y en el otro, a entendernos como torturófilos. Basta decir que los inquisidores griegos declararon la simulación entera como sacrílega.