Misionera

¿Por qué irrita tanto Art Basel?

por Patricia Lanusse Homse

‘¿Por qué irrita tanto Art Basel?’ es una pregunta válida en tiempos de devaluación; creer que la respuesta es obvia quizás sea perder la oportunidad de pensar su emergencia y perspectiva. Así busco la genealogía a la que pertenece con ánimos de entender mejor.
En el año 1910 -durante la presidencia de José Figueroa Alcorta y bajo estado de sitio declarado- se inauguraba en Buenos Aires la Exposición Internacional del Centenario. Dicha exposición se proyectó como coronación del modelo agro-exportador que la ‘República Conservadora’ soñaba consolidar bajo el peso de la espada; cualquier intento de revuelta durante los festejos debía ser rápidamente suprimido.
En ese ámbito se dio apertura a la segunda sede del Museo Nacional de Bellas Artes. Ubicado en la actual Plaza San Martín, el edificio elegido para contener el acervo fue el Pabellón Argentino que el país había presentado veintiún años antes en la Exposición Universal de París en 1889. El Pabellón compartió espacio/tiempo con la Torre Eiffel -que era su equivalente del Estado francés-. Ambas obras fueron concebidas para la misma feria pero su devenir fue bien distinto.
Luego de ser desmontado en París, el Pabellón Argentino vino a Buenos Aires en barco y aguardó despiezado en galpones hasta que en los festejos del Centenario lo resucitaron como segunda sede del MNBA. La torre -concebida como intervención efímera- encontró lugar definitivo como rasgo característico de la ciudad; icono de un país dispuesto a industrializarse definitivamente.
Años después el acervo del MNBA fue relocalizado por tercera vez en la sede que conocemos actualmente El Pabellón Argentino fue desmontado y las piezas rematadas y compradas por privados; ya desguazado hoy pueden encontrarse sus retazos a través de internet por sumas irrisorias.
¿Qué tienen de similares estos acontecimientos con Art Basel Cities? Quizás haya algunos aspectos que sea prudente considerar.
Suele suceder que a cada acontecimiento le antecede un pariente lejano. Aquello que intenta presentarse como ‘novedad’ está inevitablemente trazado por un río subterráneo de conexiones o… flujos genealógicos de la historia. Meterse en estos ríos requiere ser un historiador avezado para no ahogarse en la corriente. Uno podría trazar -casi sin ningún esfuerzo- la conexión genealógica que existe entre el actual partido de gobierno y el proyecto político/económico de la ‘República Conservadora’ de 1910. Poca duda cabe que son sus fieles herederos; por eso es que el ex Ministro de Educación Esteban Bullrich puede decir -sin sonrojarse y con orgullo- que pretende hacer una ‘nueva campaña del desierto’, pero ‘no con la espada sino con la educación’ (gracias a dios que hace la aclaración).
De esta forma, el actual gobierno puede verse reflejado en el semblante de José Figueroa Alcorta (y en el de Agustín P. Justo, y en el Pacto Roca-Runciman, en las políticas económicas de Martínez de Oz, etc.) A su vez, Cristina puede reflejarse en los espejos de Irigoyen, de Evita, Perón y de Rosas.
Art Basel Cities se presenta como un acontecimiento sin historia; un evento deslocalizado y sin territorio. Acontece en esta o en aquella ciudad, pisando apenas con tacos de superficie el territorio en el que se implanta. Tachada la palabra Tango de su lista de posibilidades aparece el nombre Rayuela que irrita por su nivel de obviedad. Pero, aunque intente borrar su genealogía, Art Basel Cities se conecta con la historia de las ferias en general y con las ferias universales de principios de siglo pasado. Y de este modo le es afín el relato planteado arriba sobre la torre parisina de 1889, el Pabellón Argentino y la segunda sede de nuestro MNBA.
La deshistorización fue la estrategia del actual partido de gobierno; un partido que se presenta como entidad sin progenitores. La fachada de ‘novedad’ es la estrategia del poder que intenta instalarse sin ser localizado. El poder no tiene otra opción más que renegar de la historia y presentarse a sí mismo en términos de originalidad; cualquier intento de trazarle una constelación le daría resultados indeseables. Ponerlo frente a los únicos reflejos en los que puede realmente reconocerse; fantasmagorías de rostros opresores que la historia tiene condenados al oprobio.
Los artistas reconocemos nuestras propias genealogías y así podemos ver -por ejemplo- en Florencia Rodríguez Giles el reflejo de Leonora Carrington, en la negritud de Basualdo la misma negritud de Kemble, o en Bianchi la dentadura desencajada y fajada de cintas que vemos en Heredia, en Nicanor Aráoz el cuerpo torturado de Juan Carlos Distéfano, en Villanueva la hibridez mezclada del pulso de Katzenstein y Gumier Maier, en Santiago de Paoli de Chirico o Dunham o Morandi , en Kovensky Maresca, en Cantini Lamothe, etc.
La que escribe carece de conocimientos para profundizar en estas constelaciones, pero eso no le impide intuir. Reconocerse en un linaje permite entender cuáles son los parámetros, limitaciones y perspectivas en las que opera el propio lenguaje/pensamiento; entender los reflejos sobre los que se proyecta Cambiemos nos da una pauta de cuál será la herencia que dejará en legado.
Quisiera hacer una última aclaración:
Con ánimos de crítica corrosiva algunos se apresuran a mirar con recelo a quienes participan de Art Basel; es en este punto que los acontecimientos que se relatan al inicio del texto toman sentido nuevamente.
Recordemos el devenir distinto que tuvo la Torre Eiffel frente al Pabellón Argentino. La torre se convirtió en arquetipo de un país de frente a industrializarse, el Pabellón Argentino hizo el camino contrario: devenido temporalmente en sede del Museo Nacional hoy se diluye desguazado en páginas de internet diversas. El estilo de feria ‘Exposición Universal’ cayó en desuso pero reflota en ferias disímiles cuya heredera -un poco bastarda- es Art Basel Cities.
Así el caso del Pabellón y la Torre es prueba suficiente para dar cuenta que la supervivencia de las obras no depende del marco para el que fueron concebidas. Su supervivencia reside en la pericia de los artistas y en la aleatoriedad de los sucesos. El tiempo dirá si pasada la feria quedará o no algún legado o sedimento simbólico para que los herederos -que inevitablemente vendrán- construyan su propia historia.
 


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